Ese castillo de naipes construido con partículas de aire, no ha podido soportar la presión ejercida por tu mirada, derrumbándose mucho más rápido que su elevación, aquella que fue larga y costosa.
Ahora, en la mitad de mis restos, entre mi desolación, intento comprender el porqué me afano en lo imposible, porqué pretendo soñar si nunca me he dormido lo suficiente como para no despertar.
Asimilo mi enésima batalla perdida, y doy por concluida mi particular guerra contra mi mismo. Abdico. Sin ya tener poderes sobre la plenitud de mis escasas facultades.
Simple y llanamente: se acabó.
Deja un comentario