No habrá pétalos de rosa a la salida de la iglesia, pero a quién le importa.
No existirán sonidos con alma celestial cuando se cruce tu mirada, ni ciudades vacías de silencio donde perderse.
No será la lluvia reflejada quién me recorra triste los surcos de la cara. No habrá lágrimas en el entierro de mi pasado.
Es el resquicio de la puerta el que me regala falsas esperanzas a las cuales me asiré para surcar los cielos grises sin plomo, nubes inertes de sal.
Mis labios sedientos, agrietados, saben a mar